Así fue como hace año y medio la colección de Antonio Orellana recaló en el museo de su pueblo. Su viuda cumplía así la última voluntad del coleccionista y su nieta ahora presume de abuelo en cada visita escolar. La institución, agradecida, le ha dedicado una exposición temporal con su nombre, al igual que pretende hacer con Francisco Guerra, cuando exponga la cabeza por primera vez. Todo parece indicar que estos no serán los últimos actos de gratitud que hará. El propio Guerra ya avanza que le quedan “algunas cosillas más” que acabará donando al pueblo. Y Milagrosa Dávila sabe de más tesoros ocultos: “Hay muchos que tienen cosas y deberían entregarlas. Los tiempos ya han cambiado”.
https://elpais.com/revista-de-verano/2021-08-01/viaje-de-la-antigua-roma-al-museo-con-escala-en-el-salon-de-una-casa.html
UN SALUDO