En aquel tiempo la distinción no era fumar sino cómo fumar. Saber dar fuego a un amigo, a un cliente o una mujer se convirtió en herramienta de cortesía y seducción. El fumeque se adaptó a las clases sociales. Los pudientes tiraron de encendedor Dupont de oro, el peón caminero tiraba de chisquero anti viento, el legionario de mechero Zippo y el universitario barbudo de caja de cerillas. Al coleccionismo de aquellas cajas en las Américas hispanas le llaman “Lumenismo” y resurge estos días con chispa.
https://forbes.es/_newspack_opinion/120359/el-coleccionismo-de-cerillas-prende-lumbre/
UN SALUDO