Las primeras falsificaciones romanas
Victoriato forrado (2,6 g / 16-17 mm)
Moneda falsa de época que corresponde a la emisión
oficial acuñada en Roma por familia y fecha desconocidas (entre los
años 211-208 a.C.)
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Un fenómeno muy frecuente en las monedas romanas de la República y de
las primeras décadas del Imperio es el de las piezas llamadas forradas,
esto es, con el interior generalmente de cobre o plomo.
Se trata de acusaciones que presentan un ánima de metal vil, recubierto
por una delgada película de plata: a primera vista la moneda parece de
metal precioso, pero su valor intrínseco es netamente inferior. No
obstante, aunque existen piezas de este tipo muy toscas, a todas luces
obra de falsarios, en su inmensa mayoría presentan un notable cuidado en
la fabricación y requieren precisión técnica. Ello induce a pensar
en emisiones del Estado, puestas en circulación en momentos de
necesidad.
¿Complicidad del estado?
Plinio el Joven recoge en sus Epistulae que en el año 91 a.C., M.Livio
Druso hizo fijar al Senado las condiciones de la circulación de los
subaerati (denarios forrados) en la proporción de un denario con
aleación de cobre por cada siete de buena plata. Al contrario de lo que
sostiene Plinio, los estudios más recientes sobre el tema concluyen que
no se puede afirmar que el Estado autorizara por ley la emisión de
monedas de plata forradas. Seguramente recurría a este procedimiento
porque permitía cuantiosos beneficios (o ahorro): la técnica en cuestión
precisaba de una mano de obra experta, que en cualquier caso en Roma
corría a cargo de esclavos, y por tanto resultaba decididamente
económica. Los metales que constituía el ánima de estas monedas podían
ser de cobre, plomo o hierro, entonces muy baratos. En cambio, en
aquellos tiempos la plata tenía un coste elevadísimo, alrededor del
triple que en nuestros días, de modo que resultaba notable la ventaja
económica de utilizarla en proporción reducida. Ciertamente, que fuera
el propio Estado el encargado de emitir monedas adulteradas (con
carácter oficial o no, eso tiene escasa importancia) constituye un
fenómeno de gran relevancia e interés económico y jurídico, que anticipa
en
cierto sentido la moneda fiduciaria, la cual toma su valor más de un
símbolo, el sello gubernativo, que de su valor intrínseco. Las monedas
forradas no fueron, sin embargo, un invento del ingenio romano, cuyo
gran sentido práctico hemos subrayado y puesto de manifiesto en varias
ocasiones, sino que también circularon, aunque esporádicamente, en el
mundo griego, por lo general muy atento a la pureza del metal. Herodoto
(Historias, III, 56) narra, en efecto, que Polícrates, en el año 540
a.C.señor de Samos, una rica isla de Asia Menor asediada por los
espadanos, obtuvo la retirada de éstos entregándoles monedas de plomo
revestidas de oro. En realidad, se trató de un fraude puro y simple,
puesto que los sitiadores creyeron haber recibido monedas auténticas a
todos los efectos. También en el mundo helenístico, tan confuso e
incierto desde el punto de vista político y jurídico, abundan los
ejemplos de monedas forradas (recordemos las emisiones de nuevo estilo
en
Atenas en la época de los magistrados Polemón y Alcetes). Pero no cabe
duda de que fueron los romanos los máximos productores de esas
monedas. En circunstancias de particular dificultad o incertidumbre, el
Estado recurrió a la emisión de monedas con el metal alterado. Así,
en el año 217 a.C., año de la batalla de Trasimeno, ganada por Aníbal
durante la segunda guerra púnica. Augusto se servía de dichas monedas
para sus intercambios con los pueblos de la India. También se emitieron
en el año 69, en que se sucedieron dramáticamente no menos de cuatro
emperadores. Por su parte, Cómodo (años 180-192) fue el último que avaló
la emisión de denarios forrados. Con Septimio Severo (años
193-211), ya no tuvieron razón de ser, pues una gravísima crisis
económica obligó a modificar definitivamente la ley de la plata, cuya
cantidad efectiva en los denarios y sus múltiples (antonianos) era sólo
del 50 %.
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La acuñación de monedas de oro fue esporádica durante la
República; de ahí que el fenómeno de los forrados de ese metal sólo se
dé en el Imperio, período en el cual estaban difundidos los áureos y
los sólidos. En realidad, muchos especialistas ponen en duda que existan
forrados de oro salidos de las cecas oficiales, y tienden a
considerar estas monedas como falsas a todos los efectos.
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¿Cómo se obtiene una moneda forrada?
La fabricación de una moneda forrada presuponía una capacidad técnica
que sólo poseían artesanos expertos.
En Roma, donde estas monedas tuvieron la mayor difusión, el
procedimiento de producción consistía, ante todo, en preparar un
redondel de metal
VII, del peso y diámetro requeridos, pues la forrada no debía presentar
diferencia alguna con la original.
Aparte el cobre, ningún otro material admite la fase siguiente del
proceso. Al redondel bien pulido se le superponía a mano una lámina de
plata, esmerándose por adherirla perfectamente: el disco así obtenido se
llevaba a la temperatura de fusión de la plata, 960 grados.A esta
temperatura, también el cobre, cuyo punto de fusión es de 1.080 grados,
comenzaba a fundirse, lo que permitía una perfecta adherencia del
metal noble al vil, Otros metales, como el hierro, el plomo o el estaño,
no admitirían esta operación, porque funden a temperaturas más
elevadas (1.535 grados el hierro) o mucho más bajaas (3 grados el plomo
231 el estaño), por lo que se limitaban a bañarlos en plata u oro
fundido, siendo su acabado más tosco y detestable la falsificación,
¿Por qué monedas dentadas?
Además de la técnica de las monedas forradas, existe otra muy usada
durante la República romana: las piezas dentadas (o aseri Éstas
presentan
un cort
dentado que recuerda el sierra. En Roma, con una fr
intermitente en la produ monedas aserradas aparecen a partir de un
denario
autónomo caracterizado por la iconografía de la rueda en las más
arcaicas, y terminan definitivamente hacia el año 50 a.C.Nadie, todavía,
ha
conseguido explicar razonablemente el motivo de la extraña
característica de estas monedas. Se ha querido ver en los pequeños
cortes del
borde un sistema para remediar un exceso de peso en algunos casos, Pero
al advertirse que el monetario que adoptaba este sistema lo utilizaba
para su entera producción de denarios, parece improbable que todas las
monedas de un mismo funcionario presentaran exceso de peso. Otros
especialistas han aventurado la hipótesis de que se adoptara el dentado
con el fin de hacer desistir del
esquileo de las monedas (un
sistema fraudulento que consistía en
recortar el borde a fin de
reutilizar el metal precioso). Pero también esta explicación resultó
poco
creíble debido a algunas consideraciones: ante todo, se ha comprobado
que se dentaban incluso monedas de bronce, metal de cuyo esquileo no se
obtiene ventaja alguna; y además esta práctica, auténtica plaga en época
medieval, no estaba muy difundida en la antigüedad. En efecto, quien
mutilaba las monedas, además de cometer un acto ilícito incurría en
sacrilegio, pues en ellas aparecía a menudo la figura de una divinidad.
Según una hipótesis posterior, la moneda habría sido dentada para
demostrar que no era forrada, motivación plausible, pero que no explica
la
existencia de denarios al mismo tiempo dentados y forrados.
Hay quien, basándose en un pasaje de Tácito, considera que el dentado
hacía más aceptables las monedas para los pueblos bárbaros, con los que
se mantenían relaciones comerciales. Nada autoriza, sin embargo, a
otorgar especial crédito a esta interpretación. La práctica que nos
ocupa
también podría considerarse como un modo de distinguirse, adoptado por
algunos monetarios, o como algo relacionado con el mundo religioso, o
incluso como una oscura alusión a cultos celestes. Las hipótesis pueden
ser de lo más variado y extravagante, pero ninguna llega a aclarar
este curioso borde en forma de sierra, pero de lo que no hay duda es que
obstaculiza las falsificaciones.
Extraído de: http://www.numismatik.com.ar/monedas/primeras-falsificaciones-romanas.php
Información más detallada en: http://tesorillo.com/articulos/forradas/forradas.htm