A los murcianos, durante tantos siglos que nadie recuerda y al margen de su piedad cristiana y su recta vida, podía costarles la gloria eterna un simple apretón de la vejiga. Al menos, si sucedía en la Catedral. Porque la pena impuesta para quienes orinasen en su entorno era la mismísima excomunión. Ante semejante castigo, resultan ridículos los 2 ducados de multa que llevaba emparejados la sanción.
La prohibición de desahogos públicos, tan denostada como secundada en noches de parranda, alcanza nuestros días aunque sus raíces se adentren en la oscuridad de los tiempos. Y ahí permanece la inscripción, en pleno corazón de Murcia, y con la misma vigencia si nadie se ocupó de derogarla. Al leerla cualquiera puede recordar aquel remoto refrán castellano que reza: «Si la iglesia se le cae encima, o fue a robar o a mear a la esquina».
http://www.laverdad.es/murcia/v/20120527/murcia/miccion-costaba-excomunion-20120527.html
UN SALUDO