El 22 de octubre de 1820 William Thompson recibió una orden de la Corona española. Perú vivía los albores de la guerra de independencia y Lima ya no era un lugar seguro para las riquezas de la madre patria. Así que el capitán inglés fue encargado de zarpar rumbo a México y de llevar consigo 24 baúles. No le dijeron qué contenían. Pero debía de ser algo valioso, ya que un grupo de oficiales del reino también subió a bordo para acompañarle.
Pero, más que taxistas de un tesoro, Thompson y su tripulación escogieron ser dueños. Y los oficiales acabaron en el mar. No era para menos: las cajas contenían monedas de oro y plata, diamantes, joyas y una enorme estatua dorada de la virgen. Demasiado evidentes para lucirlas por los siete mares. Así que Thompson dirigió el timón hacia la isla costarricense de Coco para esconderlas. Al zarpar de nuevo sin embargo el capitán y sus marineros fueron capturados por un navío español y ejecutados. Todos, salvo Thompson y otro compañero, que deberían llevarles hasta el tesoro. Pero nada más desembarcar el británico despistó a los españoles con un mapa falso y se volatilizó en la selva. Y, con él, la ubicación del tesoro de Lima.
http://www.lanacion.com.ar/1504142-a-la-caza-del-gran-tesoro-pirata
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