Más por la información recibida que por la propia percepción sabremos que el enclave consta de una especie de mesetilla o corona central, limitada por un par de profundos fosos o surcos por cada lado que hacia abajo se funden entre sí. Todo el conjunto es el resultado de una agresiva explotación minera realizada en época romana entre los siglos I y II, abandonándose en el III debido a la fuerte crisis política y monetaria sufrida por entonces. Se obtuvo el oro contenido en las tierras sedimentarias aquí acumuladas, empleado para elaborar los áureos, piezas básicas del sistema monetario romano. Al igual que en las famosas minas bercianas de Las Médulas, la extracción se realizó arrojando trombas de agua sobre ciertas zonas para que arrancaran la tierra arrastrándola ladera abajo junto con el precioso metal. Éste se depositaba después al fondo de los canales de lavado al poseer mayor densidad. Los caudales acuáticos se traían desde la zona serrana por largas acequias para acumularlos en apropiados depósitos de regulación, soltándolos después por oportunas zanjas. Como desechos quedaban numerosos bloques roqueños o cantos que habían de retirarse a mano. Forman ahora llamativos amontonamientos, conocidos tradicionalmente como murias. No debió de ser muy rentable el yacimiento, pues resulta extraña la existencia de intensas huellas en este punto y su ausencia en los alrededores que a simple vista parecen de similar composición geológica.
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UN SALUDO