Escribió monografías importantes sobre escultores como Pedro de Mena, Gregorio Fernández y Berruguete; estudió ‘La escultura funeraria’ en algunas regiones peninsulares y su ingreso en la Academia de Bellas Artes, en Madrid, 1924, versó sobre ‘La expresión de dolor en la escultura castellana’. Al advenimiento de la II República, Orueta fue nombrado director de Bellas Artes, cargo que mantuvo hasta 1933; y volvió a la Dirección General en febrero de 1936, pero dimitió en septiembre del mismo año cuando el Partido Comunista se encargó de la cartera de Instrucción Pública, alejándose de un ministerio que, entre sus muchos desmanes, robó cuantas monedas de oro pudo del Museo Arqueológico Nacional, un alijo que llegó a México en el buque ‘Vita’ y, que despreciándose su valor histórico, se hizo lingotes para beneficio de algunos exiliados.
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UN SALUDO