--Tiene que tener la sensación de dejar su casa después de tantos años. ¿Recuerda cuando fue la primera vez que tuvo contacto con el museo?
--Es verdad que es como mi casa, pues mi padre fue director honorífico del museo y de alguna manera es como algo familiar. De hecho, solía decir como broma que había heredado el museo de mi padre. Él, al llegar a Zaragoza a finales de los años 40 comenzó a estudiar los fondos del centro y a poner al día la sección de Arqueología, que así se llamaba entonces. Cuando Joaquín Albareda cesó como director, le ofrecieron la dirección honorífica y gratuita y a partir de ahí comenzó mi relación con el museo. Yo era estudiante de Filosofía y Letras y en 1964 se hizo una reforma en el centro y mi padre nos encomendó a Guillermo Fatás y a mí que hiciésemos fichas de la sección de Bellas Artes para confeccionar la primera guía 'moderna' de los fondos. Nos hizo un carnet como secretarios del museo, que era anecdótico, pero me permitió sumergirme en este mundo y ver el museo con otros ojos y comprobar que teníamos aquí un enorme caudal de conocimientos. Luego seguí en Filosofía con placer y al terminar estuve tres años en la Universidad como profesor adjunto de Arqueología, Numismática y Epigrafía y ahí vi que me gustaba el Patrimonio y la docencia, pero suspiraba por estar en un museo para ejercer la vocación como yo la entendía.
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/escenarios/miguel-beltran-el-espacio-goya-era-necesario-ampliar-museo-explico-forma-falaz-esnob_996772.html
UN SALUDO