Emperador con catorce, asesinado a los dieciocho, Marco Aurelio Antonino Augusto, Heliogábalo, pasó a la posteridad como el paradigma de la decadencia, en la senda de los excesos y perversiones de Calígula y Nerón. Luis Antonio de Villena repasa los testimonios de sus contemporáneos y las nuevas investigaciones realizadas, para recuperar al personaje real.
Todas las historias sobre Heliogábalo empiezan con tintes calamitosos: muchacho loco, degenerado, pervertido, que pudo igualar o superar a césares como Calígula o Nerón. Es famosa la frase de Gibbon: “se abandonó a los más groseros placeres con furia incontenida”. Para agregar después: “y deshonró los principales cargos del Imperio distribuyéndolos entre susnumerosos amantes, uno de los cuales fue investido públicamente con el título y autoridad de emperador o, como más adecuadamente lo denominó él mismo, esposo de la emperatriz”.