Cada vez que el orureño Víctor Soliz consigue un billete antiguo, lo guarda cuidadosamente en bolsas de un plástico especial que no contiene ácidos, que no daña el papel moneda y que los conserva como planchados porque flotan dentro del material flexible, manteniendo con esto su alto valor, para luego encerrarlos dentro de una caja de seguridad. Pero antes de hacerlo, sus dedos recorren este papel para sentir todas sus particularidades en cuanto a diseño e impresión. Cierra los ojos para conectarse un poco más con su sentido del tacto que roza de manera tan delicada los billetes asemejándose a la más suave de las caricias propiciadas de un enamorado a su amada. Pero eso no es todo ni tampoco suficiente para él.
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UN SALUDO