Cada poco tiempo, la academia se acuerda del oro del barco Vita, de las joyas, las obras de arte. En febrero de 1939, el Gobierno republicano exiliado en Francia mandó el Vita a México con un tesoro valorado en siete millones de dólares de la época. Eran fondos de republicanos que apoyaron la causa hasta el final, aunque también joyas incautadas a simpatizantes de Franco, tesoros arqueológicos, religiosos... La mayor parte se vendió. Con el dinero de la venta, el Gobierno de Juan Negrín ayudó a los españoles que habían huido a Francia y México. Esa parte de la historia apenas ha variado en años. Hay, sin embargo, un aspecto que apenas se ha tratado: la extraña aparición de posibles piezas del tesoro en una laguna de agua helada, en lo alto de un volcán adormilado, a cien kilómetros de la Ciudad de México.
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