Cuando un necesitado pedía limosna a don Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, éste lo hacía pasar a su escritorio y le invitaba a abrir un cajón al azar; en algunos había monedas de oro, en otros de plata y unos más estaban vacíos. Si daba en uno en el que hubiera monedas, le obsequiaba su contenido; pero si abría uno vacío, no le daba ni un real. Esa era “la voluntad de Dios”.
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UN SALUDO