En 1993 compró el viejo Café de los Incas porque quería tener la mejor barra de Buenos Aires. “Por entonces acá no se conocía mucho de whisky; sacando la época de nuestros abuelos se había perdido mucho porque no había importaciones”, recuerda. Eran unas 200 botellas y la meta siguiente fue tener la misma colección en su casa, tal vez estimulado por el gen de su padre filatélitco y su abuelo numismático. Sin Internet, contactar a otros coleccionistas era un desafío.
https://www.clarin.com/sociedad/botellas-solo-tomarlas_0_S10tHx0uZ.html
UN SALUDO