Y es que del coleccionismo, explica, uno no se hace rico. «El que se dedica a esto es porque le gusta, no se puede ver como una inversión, porque te frustras y te puedes llegar a arruinar». En un mercado tan fluctuante, los ingresos cambian mes a mes, llegando a facturar más de 10.000 euros en uno y menos de 1.000 en otro, asegura, después de autofedinirse como un loco de las compras y confesar, entre risas, una frase que responde a todo aquel que le oferta algo: «Yo se lo compro, pero si no me lo vende, mejor».
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