En los recreos de la ferroviaria Monforte, los niños crecían a golpe de intercambio de cromos. Ocurría en todas las ciudades gallegas, durante la dictadura hasta bien avanzada la democracia. Rugía la fiebre del coleccionismo. Y la vida era pura magia, en aquel trueque de indios, vaqueros, piratas y astronautas. Uno de aquellos pequeños coleccionistas de Monforte, nuestro ahora compañero Ángel Arnáiz en EL CORREO GALLEGO, ha acumulado durante este tiempo un tesoro de 500 álbumes con los cromos más preciados. Sus piezas de entre los años 40 y 70, sobre todo ediciones españolas, simbolizan el resplandor de aquella infancia dorada.
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