El policromado, demasiado chirriante para algunos, responde al pincel de María Luisa Menéndez, estanquera en el pueblo vecino y a quien todos llaman Marisa. Ella no entiende el revuelo: "Yo no soy una pintora profesional, pero siempre me gustó, y las imágenes tenían mucha falta de pintarse. Así que las pinté como pude, con los colores que me parecieron, y a los vecinos les gustó", afirma la restauradora aficionada a El Comercio.
http://www.elmundo.es/f5/comparte/2018/09/07/5b9230bdca4741d9118b45fa.html
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