Para el entonces poderoso veterano de las rutas comerciales transatlánticas, llegó la oportunidad cuando se propagó el fuego a bordo de un barco empleado para transportar 60 cofres de monedas de plata, lingotes y muchísimo oro a 30.000 soldados españoles estacionados en Flandes.
Limbrey estaba más que feliz de ofrecer sus servicios y los de su tripulación. Así, en agosto de 1641, su embarcación de 700 toneladas zarpó hacia los Países Bajos en convoy con su buque hermano, el Mercante de Dover.
Lo que siguió fue una de las grandes calamidades de la época mercantil.
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