Monedas acuñadas por los íberos, con representación de los temidos y afamados jinetes de esta cultura peninsular, han aparecido con frecuencia en los numerosos villares que rodean la población; calcos cartagineses dan testimonio de la presencia de uno de los generales más sobresalientes de la Antigüedad, Aníbal, camino de Cástulo para desposarse con la princesa íbera Himilce, monedas con una importante impronta ecuestre: una palmera y un caballo berberisco, ejemplares de notable influencia en la conformación de las razas peninsulares a lo largo de los siglos.
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