El mundo del coleccionismo da para todos los gustos, tanto a nivel nacional como internacional. Hay gente que le gusta atesorar obras de arte, automóviles antiguos o libros incunables. También están los más modestos que optan por cajitas de fósforos, almanaques, calcomanías o sobrecitos de azúcar.
En este contexto tan variopinto, en nuestro país se ha consolidado en los últimos años una nueva franja de coleccionistas numismáticos que tiene como destino de sus insólitas preferencias a las numerosas monedas falsas circulantes que se confeccionaron especialmente durante la década de 1990, en valores de 1 peso y 50 centavos (las más comunes), 25 y 10 centavos, 2 y 5 pesos (las más raras). Como ocurre siempre en cualquier tipo de mercado por más chico que sea, si crece la demanda de determinado producto y la oferta es siempre la misma, los precios terminan aumentando. Una situación de este tipo se da actualmente con las piezas falsas argentinas que han llegado a comercializarse en precios muy altos, hasta insólitos si se tiene en cuenta su escasa antigüedad y el elevado número de monedas “truchas” existentes (más de dos millones según diversas estimaciones).
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