Al ser de plata, como si fuera un pequeño lingote, todos querían esas monedas, así que en ese siglo XVIII saltó las fronteras de Austria y poco a poco fue llegando a todos los confines del mundo, donde fue copiada y acuñada en Londres, Roma, Bruselas, Venecia, Etiopía, Calcuta, Bombay, China, Djibuti, Java e incluso en Estados Unidos. Cualquiera podía pagar con ella desde un puerto de Indochina a un zoco de El Cairo. Su propio nombre, thaler (pronunciado dáler) es el origen de la palabra «dólar», la moneda que rige hoy los destinos del planeta.
http://www.elmundo.es/cronica/2014/06/15/539c3bfe22601d5d408b4571.html
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