Hace tiempo unos amigos me comentaron que hiciera un post sobre los reyes magos. He buscado información y esto es lo que os cuento:
Tetradracma de Gondofares I: Gaspar:
Poca o ninguna es la información que los cuatro evangelios canónicos –fijados entre los siglos II y III d. C. por Ignacio de Antioquía, Justino Mártir o el obispo Ireneo de Lyon, entre otros– ofrecen al lector que quiera acercarse en estas fechas a la misteriosa y hasta maravillosa figura de los Reyes Magos, cuyo innegable poder de ilusión recorre la noche del mundo cada madrugada del 6 de enero, al punto de que pocos podrían atreverse a negra su existencia, a la vista de la agitación que despiertan en niños y no tan niños. Como afirmaba C. S. Lewis y recientemente ha remachado Umberto Eco en Confesiones de un joven novelista, quién puede arrebatarle a los seres construidos por la imaginación, el mito, la leyenda o incluso la propia realidad su categoría existencial, pues toman forma y figura, alma y psique en las mentes de millones de personas. ¿Acaso no poseen una “vida” más tangible que otras de menor empuje y que en nada nos afecta? Nos adherimos plenamente a esas tesis, a la del poder omnímodo de la imaginación, capaz de modificar la realidad, mal que les pese a los realistas y aguafiestas de este mundo...
Acudamos una vez más a las fuentes. En concreto, Mateo nos habla de unos magos que venían de Oriente, donde habían visto una estrella que iba delante de ellos hasta que se detuvo encima del lugar donde estaba el niño, en Belén de Judea. Se llenaron de inmensa alegría, entraron en la casa, vieron al niño con María su madre y, postrándose, lo adoraron. Luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Avisados en sueños de que no volvieran al palacio del rey Herodes, tal y como les había indicado –“cuando lo encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle”–, regresaron a su país por otro camino.
¿Pero quiénes eran en realidad? ¿Por qué no se recurre habitualmente a las fuentes apócrifas, descartadas ya en una Antigüedad que no contaba con los métodos modernos de interpretación y ecdótica? Mateo, según investigaciones recientes como las llevadas a cabo por Franco Cardini, Massimo Centini o Santino Spartà, se refirió en el conocido texto evangélico a sacerdotes persas o a astrólogos árabigo-caldeos, probablemente babilonios, que estudiaban la relación entre el curso de los astros y la historia humana y siguieron de cerca las esperanzas mesiánicas de los judíos desde que se vieron forzados a permanecer en Babilonia, en tiempos de Nabucodonosor. Es decir, Mateo pasa de puntillas sobre uno de los viajes más fascinantes de la historia: el de una comitiva de sabios del zoroastrismo provenientes del lejano Oriente, tras leer e interpretar las palabras del profeta Miqueas sobre el nacimiento de un príncipe de Israel. Mateo no habla de su número ni menciona los nombres de estos astrólogos paganos, videntes de Persia y conocedores de los misterios de Zaratustra: los convierte en testigos privilegiados del nacimiento de Jesús de Nazaret, del que dan fe y cuya divinidad certifican.
El evangelista no aclara si los magos fundaban la identificación de Jesús como el rey salvador que iba a nacer en la ciudad de David en la exégesis astrológica o en la convergencia de profecías, dos en el caso del Antiguo Testamento. “Los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos; todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones” (Salmos, 72, 10-11). Y también “Un sinfín de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Vienen todos ellos de Sabá, portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahvéh” (Isaías, 60, 6). Hasta aquí la relación ortodoxa, la aprobada por los primeros intérpretes de la apasionante materia bíblica. Pero… ¿qué cuentan los considerados textos apócrifos, esos libros donde se narran prodigios y aventuras tan fascinantes como los de la propia Biblia y que un buen día –o mal, según se mire– unos ancianos, allá por el siglo II de nuestra era, decidieron encerrar en cajas?
El Evangelio del Pseudo Mateo, que en el arameo de origen se tituló Libro sobre el nacimiento de la beata Virgen y la infancia del Salvador, afirma que los magos no llegaron a adorar a Jesús pocos días después de su nacimiento, sino al cabo de unos dos años, versión de la historia que concuerda con la decisión de Herodes de mandar exterminar a todos los niños menores de dos años; una vez en casa de María y José, los viajeros les ofrecen dones espléndidos, luego cada uno regala al Niño una moneda de oro y, finalmente, le ofrecen –también a modo invidual– un regalo distinto: oro, incienso y mirra, de ahí el número de tres reyes magos que se ha creído hasta la fecha de hoy. Por su parte, los manuscritos Hereford-Arundel ofrecen la descripción detallada más antigua de estos sabios: vestidos con calzones sarabare típicos de Irán y amplios trajes, color de piel oscuro y gorros frigios, es decir, ataviados con la típica ropa persa o escita. En esta versión, Herodes entrega a los Reyes Magos “un anillo en que va engarzada una preciosa piedra real, sello incomparable que le envió como presente el rey de los persas; y nos mandó que ofreciéramos este don al niño”, además de confiarles como obsequio para el rey recién nacido su regia diadema con una blanca mitra.
El relato de los magos se vuelve más rico y complejo en el Evangelio árabe de la Infancia, redactado en árabe y sirio, que recuerda que existía una profecía de Zaradusht (Zaratustra), “quien inventó las ciencias de la magia”, sobre el nacimiento del Niño, al que los magos persas ofrecen los dones del oro, el incienso y la mirra. Tras la veneración y en prueba de agradecimiento, María les entrega uno de los pañales recién usados por Jesús, con el que emprenden el viaje de regreso a su patria. Allí los recibieron reyes y príncipes, ante quienes honraron el regalo siguiendo sus costumbres de adoradores del fuego: encendieron la chimenea de palacio, adoraron el fuego y arrojaron a las llamas el pañal, que no sufrió combustión alguna por el elemento sagrado.
Tras recuperar el pañal, los magos lo besaron, se lo pusieron en los ojos y la cabeza en señal de adoración y lo incorporaron a la cámara del tesoro, junto a otras maravillas recogidas en sus diferentes viajes alrededor del mundo. El relato zoroátrico de este evangelio termina en un itinerario histórico fascinante, con conexiones con la leyenda del Santo Grial, en forma de la reliquia conservada en Constantinopla hasta la cuarta cruzada, que pasó luego a Saint-Denis y perdida durante la revolución francesa. En el texto leemos: “Alguien opinó que fueron tres, según el número de los dones, otros dijeron que eran doce hombres, hijos de sus reyes; y otros aseveraron que eran diez, de estirpe real y acompañados con un séquito de cerca de mil doscientos hombres”.
Los evangelios sirios completan la fascinación de la maravillosa historia de los Reyes Magos con el relato de la noche misma del nacimiento de Jesús, cuando un ángel fue enviado a Persia, donde se celebraba una gran fiesta y los magos, adoradores del fuego y de las estrellas, adornados con vestiduras solemnes, vieron brillar la luz angelical sobre el país e informaron al rey persa y a sus nobles: “Ha nacido el Rey de reyes, el Dios de los dioses, la Luz de las luces […] un prodigio divino ha venido a anunciar su nacimiento, con el fin de que vayamos a ofrecerle dones –oro, incienso y mirra– y a adorarlo”.
Dracma de Malichos II: Melchor
Entonces tres príncipes visionarios, de entre aquellos magos, precisamente los hijos del rey de Persia, tomaron cada uno tres libras de las tres sustancias preciosas y, vestidos con sus ropas de ceremonia y tocados con su tiara, emprendieron el viaje a Jerusalén guiados por el ángel en un tiempo récord, desde el canto del gallo hasta el ocaso. Allí, María también les hizo entrega del pañal sagrado.
Pocos relatos que hundan sus orígenes en la noche de la historia siguen despertando tanta admiración, asombro y embeleso y ejerciendo tanta influencia hoy en día como el de la marcha de los Reyes Magos de Oriente, inspirados por la visión de una estrella más brillante que la luz del sol, acompañados de su séquito, pajes, guardas, mozos… mientras atraviesan a lomos de camellos y dromedarios la distancia entre Persia y Jerusalén, ya sea en unos pocos días o en dos años. Si esta asombrosa peripecia, que Michel Tournier convirtió en literatura con Gaspard, Melchior et Balthazar (1980) y cineastas como Michael Ray Rhodes llevaron a la pantalla en esa joya que es The Fourth Wise Man (1985), continúa vigente con toda su fuerza… no será sólo por los ajustados renglones que el evangelista Mateo le dedicó.
Como vemos las fuentes canónigas dan poco información, pero las apócrifas se extienden algo más:
Llegada de los magos
VII 1. Y la noche misma en que el Señor Jesús nació en Bethlehem de Judea, en la época del rey Herodes, un ángel guardián fue enviado a Persia. Y apareció a las gentes del país bajo la forma de una estrella muy brillante, que iluminaba toda la tierra de los persas. Y, como el 25 del primer kanun (fiesta de la Natividad del Cristo) había gran fiesta entre todos los persas, adoradores del fuego y de las estrellas, todos los magos, en pomposo aparato, celebraban magníficamente su solemnidad, cuando de súbito una luz vivísima brilló sobre sus cabezas. Y, dejando sus reyes, sus festines, todas sus diversiones y abandonando sus moradas, salieron a gozar del espectáculo insólito. Y vieron que una estrella ardiente se había levantado sobre Persia, y que, por su claridad, se parecía a un gran sol. Y los reyes dijeron a los sacerdotes en su lengua: ¿Qué es este signo que observamos? Y, como por adivinación, contestaron, sin quererlo: Ha nacido el rey de los reyes, el dios de los dioses, la luz emanada de la luz. Y he aquí que uno de los dioses ha venido a anunciarnos su nacimiento, para que vayamos a ofrecerle presentes, y a adorarlo. Ante cuya revelación, todos, jefes, magistrados, capitanes, se levantaron, y preguntaron a sus sacerdotes: ¿Qué presentes conviene que le llevemos? Y los sacerdotes contestaron: Oro, incienso y mirra. Entonces tres reyes, hijos de los reyes de Persia, tomaron, como por una disposición misteriosa, uno tres libras de oro, otro tres libras de incienso y el tercero tres libras de mirra. Y se revistieron de sus ornamentos preciosos, poniéndose la tiara en la cabeza, y portando su tesoro en las manos. Y, al primer canto del gallo, abandonaron su país, con nueve hombres que los acompañaban, y se pusieron en marcha, guiados por la estrella que les había aparecido. Y el ángel que había arrebatado de Jerusalén al profeta Habacuc, y que había suministrado alimento a Daniel, recluido en la cueva de los leones, en Babilonia, aquel mismo ángel, por la virtud del Espíritu Santo, condujo a los reyes de Persia a Jerusalén, según que Zoroastro lo había predicho. Partidos de Persia al primer canto del gallo, llegaron a Jerusalén al rayar el día, e interrogaron a las gentes de la ciudad, diciendo: ¿Dónde ha nacido el rey que venimos a visitar? Y, a esta pregunta, los habitantes de Jerusalén se agitaron, temerosos, y respondieron que el rey de Judea era Herodes.
2. Sabedor del caso, Herodes mandó a buscar a los reyes de Persia, y, habiéndolos hecho comparecer ante él, les preguntó: ¿Quiénes sois? ¿De dónde venís? ¿Qué buscáis? Y ellos respondieron: Somos hijos de los reyes de Persia, venimos de nuestra nación, y buscamos al rey que ha nacido en Judea, en el país de Jerusalén. Uno de los dioses nos ha informado del nacimiento de ese rey, para que acudiésemos a presentarle nuestras ofrendas y nuestra adoración. Y se apoderó el miedo de Herodes y de su corte, al ver a aquellos hijos de los reyes de Persia, con la tiara en la cabeza y con su tesoro en las manos, en busca del rey nacido en Judea. Muy particularmente se alarmó Herodes, porque los persas no reconocían su autoridad. Y se dijo: El que, al nacer, ha sometido a los persas a la ley del tributo, con mayor razón nos someterá a nosotros. Y, dirigiéndose a los reyes, expuso: Grande es, sin duda, el poder del rey que os ha obligado a llegar hasta aquí a rendirle homenaje. En verdad, es un rey, el rey de los reyes. Id, enteraos de dónde se halla, y, cuando lo hayáis encontrado, venid a hacérmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo. Pero Herodes, habiendo formado en su corazón el perverso designio de matar al niño, todavía de poca edad, y a los reyes con él, se dijo: Después de eso, me quedará sometida toda la creación.
Dracma de Aretas IV: Baltasar
3. Y los magos abandonaron la audiencia de Herodes, y vieron la estrella, que iba delante de ellos, y que se detuvo por encima de la caverna en que naciera el niño Jesús. En seguida cambiando de forma, la estrella se torné semejante a una columna de fuego y de luz, que iba de la tierra al cielo. Y penetraron en la caverna, donde encontraron a María, a José y al niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre. Y, ofreciéndole sus presentes, lo adoraron. Luego saludaron a sus padres, los cuales estaban estupefactos, contemplando a aquellos tres hijos de reyes, con la tiara en la cabeza y arrodillados en adoración ante el recién nacido, sin plantear ninguna cuestión a su respecto. Y María y José les preguntaron: ¿De dónde sois? Y ellos les contestaron: Somos de Persia. Y María y José insistieron: ¿Cuándo habéis salido de allí? Y ellos dijeron:
Ayer tarde había fiesta en nuestra nación. Y, después del festín, uno de nuestros dioses nos advirtió: Levantaos, e id a presentar vuestras ofrendas al rey que ha nacido en Judea. Y, partidos de Persia al primer canto del gallo, hemos llegado hoy a vosotros, a la hora tercera del día.
4. Y María, agarrando uno de los pañales de Jesús, se lo dio a manera de eulogio. Y ellos lo recibieron de sus manos de muy buen grado, aceptándolo, con fe, como un presente valiosísimo. Y, cuando llegó la noche del quinto día de la semana posterior a la natividad, el ángel que les había servido antes de guía, se les presenté de nuevo bajo forma de estrella. Y lo siguieron, conducidos por su luz, hasta su llegada a su país.
Vuelta de los magos a su tierra
VIII 1. Los magos llegaron a su país a la hora de comer. Y Persia entera se regocijó, y se maravilló de su vuelta.
2. Y, al crepúsculo matutino del día siguiente, los reyes y los jefes se reunieron alrededor de los magos, y les dijeron: ¿Cómo os ha ido en vuestro viaje y en vuestro retorno? ¿Qué habéis visto, qué habéis hecho, qué nuevas nos traéis? ¿Y a quién habéis rendido homenaje? Y ellos les mostraron el pañal que les había dado María. A cuyo propósito celebraron una fiesta, a uso de los magos, encendiendo un gran fuego, y adorándolo. Y arrojaron a él el pañal, que se tomé en apariencia fuego. Pero, cuando éste se hubo extinguido, sacaron de él el pañal, y vieron que se conservaba intacto, blanco como la nieve y más sólido que antes, como si el fuego no lo hubiera tocado. Y, tomándolo, lo miraron bien, lo besaron, y dijeron: He aquí un gran prodigio, sin duda alguna. Este pañal es el vestido del dios de los dioses, puesto que el fuego de los dioses no ha podido consumirlo, ni deteriorarlo siquiera. Y lo guardaron preciosamente consigo, con fe ardiente y con veneración profunda.
Y aquí os dejo esta conclusión muy interesante:
Los Reyes Magos, ni eran Reyes ni magos. Hombres cultos de su tiempo
Cuando montamos el pesebre en nuestro belén quizás no somos conscientes pero unimos varias tradiciones del Antiguo y del Nuevo Testamento. El universalismo del mensaje de Jesús es parte esencial de todo el evangelio de Mateo.
¿Qué significó para Mateo magoi? En la antigüedad este término designaba a los que se dedicaban a las ciencias ocultas y por lo tanto se empleaba para llamar a los astrólogos, hechiceros, augures sacerdotales y adivinos de diversa índole.
La descripción que hace Mateo sobre los magos interpretando una estrella nos inclina a considerarlos astrólogos, hombres cultos, representantes de lo mejor del saber y de la religiosidad pagana que los llevó a encontrar a Jesús a través de la revelación natural.
Los estudiosos de la Biblia han tratado de identificar a qué lugar del Oriente se ha querido referir Mateo. Existen algunas probabilidades….:
Partia o Persia En favor de esta teoría está la historia del término magoi, asociada en principio a los medos y a los persas. Durante casi 500 años, entre el 250 a. C. y 225 d. C. la dinastía arsácida se estableció como heredera del pueblo persa. El arte cristiano primitivo representa a los magos del Nuevo Testamento con indumentaria persa o parta, es decir con túnicas ceñidas, de mangas largas, con pantalones y gorro frigio. Este modo de pintarlos originó un famoso incidente ocurrido en la basílica en Belén que construyó Constantino y reconstruyó Justiniano. En el año 614, los ejércitos de Cosroes, de la dinastía sasánida de reyes persas, cayeron sobre Palestina haciendo estragos y quemando iglesias. Sin embargo, no destruyeron la basílica de Belén debido a que en un mosaico aparecían los magos con indumentaria persa: reconocieron a sus compatriotas. La noticia aparece en una carta del 836, relacionada con el sínodo de Jerusalén.
Otro argumento en favor de Persia es el trasfondo zoroástrico de los magos. El evangelio árabe de la infancia (uno de los evangelios apócrifos que mencionábamos al principio) dice que: “vinieron a Jerusalén unos magos según la predicción de Zaradust”, es decir Zoroastro quien según el manuscrito laurentiano del siglo XIII conservado en Florencia, hizo una profecía en la que declaró que una virgen había de dar a luz un hijo que sería sacrificado por los judíos y que luego subiría al cielo. A su nacimiento aparecía una estrella, bajo cuya guía se encaminarían los Magos a Belén y adorarían allí al recién nacido. También el códice Fb dice que los magos venían apo Persidos, es decir, de Persia.
Babilonia Entre los babilonios o caldeos se había despertado un gran interés por la astronomía y la astrología. Además, después del destierro babilónico del siglo VI a. C. se había establecido allí una gran colonia judía, de manera que los astrólogos babilónicos podían estar enterados de las expectaciones mesiánicas judías y asociar una estrella con el rey de los judíos.
Tetradracma de Hermaios II:
Arabia o el desierto sirio. Quienes afirman la procedencia de los magos de esta región se apoyan en los regalos que traen los Magos en Mateo. Si leemos al profeta Isaías 60,6: Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Medián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor; y el Salmo 72,10-11.15: que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo, que los reyes de Sabá y Arabia le ofrezcan sus dones… que viva y que le traigan el oro de Sabá, los dones que presentan los magos de Mateo están en relación con las caravanas que venían de Arabia.
Es ésta la teoría más antigua sobre la procedencia de los magos. Desde el año 160 d. C Justino escribía: “Unos magos de Arabia llegaron hasta él” refiriéndose a Herodes (Diálogo 1xxviii,1). Nada se nos dice en el evangelio sobre sus nombres y se explicita el número. Tradiciones cristianas posteriores se los asignan, probablemente entre los siglos VII y VIII d. C:
“Los magos fueron los únicos que entregaron regalos al Señor. Se dice que el primero fue Melchor, un anciano de cabello blanco y larga barba…, que ofreció oro al Señor como a rey. El segundo, de nombre Gaspar, joven, sin barba y rubicundo… le honró como a Dios con su regalo de incienso, oblación digna de la divinidad. El tercero, negro y muy barbudo, llamado Baltasar…, con su regalo de mirra dio testimonio del Hijo del hombre que iba a morir”.
¿Cuales pudieron ser los verdaderos nombres de los magos?
El primer intento por darles nombres los llama: Homizda, rey de Persia, Yazdegerd, rey de Sabá, y Perozad, rey de Arabia, nombres atribuidos en el siglo IV al escritor sirio Efrén. Otros autores los atribuyen a la obra siria del siglo VI, Cueva de Tesoros. En el siglo VI d. C., el evangelio Armenio de la Infancia, (C.A.) identifica a los magos con los nombres y procedencia que han prevalecido en Occidente: Melkon, rey de los persas; Gaspar, de los indios, y Baltasar, de los árabes.
Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el rey negro hiciera su aparición en el arte.
Esta presentación de las tres razas, de alguna manera, interpreta la intencionalidad del relato mateano de los magos: la venida de Jesús no es exclusivamente para el pueblo de Israel.
La universalidad del mensaje de Jesús está presente en este episodio. Los magos prefiguran a los cristianos gentiles que habían sido atraídos por Jesús, aunque ellos, por nacimiento, no tenían más que la revelación de Dios en la naturaleza.
¿Cuantos eran los “Reyes” Magos?
En cuanto al número de los magos o a su condición real, no hay referencia alguna en el evangelio de Mateo. Como hemos visto, el apócrifo evangelio armenio de la infancia nos habla de tres.
También la versión etiópica del protoevangelio de Santiago consigna el número de tres Magos con nombres etíopes: Tanisuram, Malik y Sissebá.
La tradición oriental ponía doce magos y entre ellos los armenios llegaron hasta quince. En las catacumbas de Pedro y Marcelino aparecen dos; cuatro en el fresco del siglo IV de la catacumba de santa Domitilla. Finalmente prevaleció en la tradición de occidente el número de tres, basándose en los tres regalos que presentaron los magos al Niño: oro, incienso y mirra.
Las representaciones de los magos ante el pesebre aparecen mucho antes que las de los pastores, cuyos primeros dibujos datan del siglo IV en las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino, acompañando a los magos. En los evangelios apócrifos los magos ocupan un lugar preferencial.
Sus restos han viajado por muchas ciudades. En la catedral de Colonia se encuentran sus reliquias, a donde fueron trasladadas en 1162 como parte del botín cuando Federico Barbarroja asoló a Italia.
En el santoral de Colonia se encuentra una nota necrológica que indica lo que la religiosidad popular ha creado alrededor de estas figuras, que el evangelista hace desaparecer después de su adoración al Niño de Belén: “Habiendo sufrido muchos juicios y fatigas por el evangelio, los tres sabios se encontraron en Sevá (Sebaste, en Armenia) el año 54 d. C. para celebrar la fiesta de Navidad.
Tetradracma de Azes:
Poco después de la celebración de la misa, murieron: San Melchor, el 1 de enero, a la edad de ciento dieciséis años; San Baltasar, el 6 de enero, a la edad de ciento doce años, y san Gaspar, el 11 de enero, a la edad de ciento nueve años” .
Mateo prefigura en los Magos a los cristianos gentiles que reciben y aceptan el mensaje de Jesús, puesto que el Reino se ofrece a todos los pueblos y no sólo a los judíos.
Y estos parecen ser los candidatos:
Según Hans Holzer en su libro Star in the East, los Reyes Magos serían:
Melchor: Malichos II (Petra)
Gaspar: Gondophares (Reino Indoparto)
Baltazar: Aretas IV (Petra)
Según otros autores, también son candidatos:
Hermaios (Bactria)
Azes II (rey indoescita en Gandhara)
Webs consultadas:
acsearch.info
http://www.elimparcial.es/noticia/116730/cultura/lo-que-cuentan-los-evangelios-apocrifos-sobre-los-reyes-magos
http://escrituras.tripod.com/Textos/EvArabe.htm
http://arquehistoria.com/historias-los-reyes-magos-ni-eran-reyes-ni-magos-sino-astr-logos-364
Espero que sea de vuestro interés
Un saludo