En 1988, cuando ya había acumulado un número importante, se fue a vivir a Barcelona por cuestiones laborales. Y si algo tenía claro era que sus botellas se iban con él. “No podía faltar mi colección en el contenedor junto a mis muebles y pertenencias”, asegura. De la ciudad catalana se mudó a Madrid, donde residió por 20 años, y una vez más sufrió para que sus piezas llegaran intactas.
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